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¡Es mi culpa! Una reflexión sobre la rutina de casa

Un niño nunca te va a decir que quiere brócoli de almuerzo y que quiere ir a su cama a las 7 de la noche. Antes, yo creía que mis hijos eran los del problema, que simplemente ellos dormían a tal hora. Ahora sé que enseñarles buenos hábitos es completamente responsabilidad de mi esposo y mía.

Me di cuenta de estos años atrás, cuando el sueño en mi casa no era de mayor importancia y era poco valorado, daba igual la hora a la dormían los niños.  Normalmente se iban a la cama a las 10 u 11 de la noche cuando mi esposo y yo ya no dábamos más del cansancio. Ese era el indicador de ya bajar las luces de la casa todos agotados queriendo cerrar el día apurados.

Nosotros los adultos cuando dormimos mal, al día siguiente tendremos obvias consecuencias: cansancio, sueño, probablemente con un pequeña siesta nos podamos reponer. En los niños el efecto es otro, el demostrará su falta de descanso con mal humor, irritabilidad, mal comportamiento, poca concentración y estrés.

 

Muchas veces como padres minimizamos el hecho de que nuestros hijos duerman mal o menos de lo que necesitan, y este es el primer error.  Las consecuencias siempre estarán y se notarán. Varios estudios demuestran que la falta de un sueño adecuado, en los primeros años de vida, tendrán consecuencias en el desarrollo cerebral, desbalances alimenticios y salud emocional.  

Un día perdido de sueño nunca se recupera. Si no sabemos qué reglas poner, siempre será una batalla la hora de dormir y comer. No puedo pedirle mucho a un niño si soy yo misma la que a las 9 de la noche empiezo a ver qué darle de cena. Peor aún si le doy una gaseosa (con cafeína) con un paquete galletas llenas de azúcar y le pongo algún video en YouTube. ¿Cómo puedo enviarle a dormir en paz y pretender que disfrute su rutina de sueño, si lo único que le estoy dando es inestabilidad, desorden?

La falta de hábitos es la razón número 1 por la cual un niño tiene problemas para dormir. La falta de rutina está generando tantos problemas en tantas familias y quienes más pagan esas consecuencias son nuestros hijos, por que no solo se trata de la cantidad de sueño ni de cuán descansados van a estar al día siguiente. Se trata de inculcar en ellos hábitos saludables para toda su vida. 

El sueño es algo que se enseña, y no se negocia: necesitamos de una rutina de sueño para que nuestros hijos puedan comprender dónde comienza y dónde termina el día. En la cuál nos ponemos las pijamas, apagamos todo lo que pueda distraernos, comemos la última comida del día juntos, dejamos listo lo del día siguiente y que sepan que acostados bajo sus cobijas les espera un cuento, un masaje, unas caricias, una oración, un ¿qué tal estuvo tu día? En donde sientan que por lo menos en ese momento del día, tienen el 100% de nuestra presencia para darles la paz y seguridad que necesitan.

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