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Estrés en los niños por la pandemia. ¿Qué hacer?

Cuando hablamos del estrés de los niños en medio de la pandemia y de qué hacer, primero debemos mirarnos a nosotros mismos como padres y cuidadores, observar nuestra propia actitud, reconocer bajo qué circunstancias nos encontramos, aprender a lidiar con nuestro propio estrés, y gestionar el control de las emociones. Como adultos somos los que ponemos el ambiente en casa.

Estamos viviendo una situación difícil e inestable y lo que sucede en cualquier parte del mundo, aunque no sea algo cercano nos afecta, sin embargo, muchas familias se han visto golpeadas en diferentes maneras por la pandemia del COVID 19: la pérdida de seres queridos, el haber contraído la enfermedad y las secuelas que esta puede dejar, tanto en el plano de la salud, como en la parte económica, además del distanciamiento social.

Es decir, qué en este período todos hemos sido afectados, tanto los adultos,  como los jóvenes y los niños, lo que ha dado lugar a   una epidemia de estrés.

 

¿Qué es el estrés? Y cómo se manifiesta

 

En palabras sencillas, estrés es sentirse ansioso, preocupado o amenazado por diferentes situaciones, sean estas grandes o pequeñas.

Los niños pueden presentar estrés, ansiedad o miedo cuando se enfrentan a cambios que requieren de una nueva adaptación, pueden ser cambios positivos como emprender una nueva actividad, pero más bien se agudizan cuando tienen que afrontar    cambios negativos como el caso de la situación actual.

El estrés en pequeñas cantidades puede ser efectivo, ya que nos mantiene alertas para asumir nuevos retos,  el problema se da   cuando la situación de estrés es continua y persistente, porque puede afectar su autoestima, sus relaciones con los demás, además de su reacción frente a diversas situaciones.

Si aprendemos a reconocer las señales del estrés,  podremos ayudar al niño a manejarlo saludablemente.  Entre otros, estos son algunos cambios que pueden darse en su organismo:

  • No tener deseos o comer o presentar un apetito voraz.
  • Dolores y malestar estomacal.  Dolores de cabeza.
  • Mojar la cama frecuentemente.
  • No poder conciliar el sueño o despertarse con pesadillas.
  • Otras sintomatologías sin causa aparente.

 

Síntomas emocionales o de comportamiento:

 

  • Ansiedad o preocupación excesiva.
  • Mantenerse alerta todo el tiempo, sin la capacidad de relajarse y entretenerse.
  • Temores, recelos, desconfianza, miedos: a la oscuridad, a quedarse solo, a los extraños, etc.
  • Mantenerse pegado a las faldas de mamá.
  • Enojarse, llorar o quejarse constantemente.
  • No poder controlar sus emociones, mostrarse agresivo, obstinado, enojado.
  • No querer participar en diferentes actividades tanto familiares como de la escuela.

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¿Qué hacer?

 

Conforme el niño crezca y madure, aprenderá a manejar las emociones y reacciones de una manera más objetiva, con mayor confianza y firmeza, pero siempre precisará del empeño y acompañamiento para lograrlo.

El hogar debe ser un refugio seguro en todo tiempo, y más aún en los tiempos de angustia, donde los miembros de la familia, incluidos los niños puedan expresar sus sentimientos sin reservas ni miedos. Donde puedan ser amados ya aceptados aun con sus “ días malos”.

Por la cotidianidad dejamos de escuchar a los niños o de percibir cambios en su comportamiento, pero si prestamos atención podríamos observar otras actitudes como la preocupación excesiva por su salud y la de otras personas, el miedo a la muerte, la limpieza exagerada.

Obviemos las conversaciones donde se mencionan constantemente los estragos de la pandemia, cuidemos de las noticias que vemos o escuchamos al respecto, por nuestra salud y los nuestros hijos.

Si bien se debe hablar honestamente con el niño sobre el tema de la pandemia, se lo debe hacer de una manera sencilla, de acuerdo con su edad y más bien brindarle tranquilidad y no ponerle cargas o miedos, evitemos frases como: si no te lavas las manos te va a dar el COVID, o si no usas la mascarilla, te vas a enfermar. Es necesario enseñarle responsabilidad y solidaridad sobre todo con el ejemplo, ya que aprenderá más de lo que ve, que de lo que escucha. 

Es necesario promover la actividad física, estimular sus habilidades, mediante el arte, o la música. Descubrir sus habilidades y talentos y estimularle positivamente.

No se tiene que escatimar el tiempo dedicado al niño en exclusiva, las palabras cariñosas y de afirmación.  El contacto físico, las caricias, abrazos y masajes promueven la cercanía.

Una cena especial, un paseo al campo o a un parque,  una noche de cine en familia, jugar juntos, mantener una rutina saludable que le provea estabilidad, puede ayudar a prevenir o aliviar el estrés.

Mantengamos viva la esperanza de un mejor futuro, agreguemos valores a sus vidas como la superación, la resiliencia, el entendimiento,  y la paciencia.

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